viernes, 20 de octubre de 2017

Crítica Gunbuster: drama progresivo de buenos detalles.


Gunbuster comienza, en resumidas cuentas, siendo una serie tópica con una ejecución lo suficientemente efectiva. Una protagonista con un pasado trágico que le ha marcado; con mucha motivación para ser la mejor en lo que hace pero siendo torpe en ello; una secuencia recogiendo partes del entrenamiento que esta lleva a cabo para mejorar su condición con el tipo de música que todos estáis pensando de fondo y; finalmente, una pantalla dividida de rostros de personajes que miran sorprendidos la increíble acción que curiosamente ha hecho esa chica aparentemente inútil ¡Noriko no era cómo en un principio parecía! Este abanico de cosas que he enumerado son recursos vistos miles de veces tanto dentro de la animación japonesa como fuera de ella, restan naturalidad a lo que ocurre y se ven faltos de imaginación y frescura a pesar de la obvia intención de aportar intensidad y ritmo. Estos suelen utilizarse constantemente y definir a obras mediocres que se olvidan al poco tiempo, aunque aquí por lo menos están bien encajados y dentro de que hacen que el anime no aspire a mucho por lo menos funcionan.

Eso fue todo lo que pensé al terminar el capítulo uno y me llevé un chasco, pero pasa una cosa, pasé algo de largo que debería de haber tenido en cuenta al reflexionar esto, el director es el de Evangelion, Hideaki Anno. En la última serie mentada, al margen de que guste más o menos, hay un detalle llamativo, empieza siendo de una manera cercana a lo común y más con los pies en la tierra y acaba siendo otra bien distinta. Pues bien, el caso es que aquí ocurre lo mismo aunque no sea a la misma escala, de hecho, al igual que en la obra de Anno, la evolución también es paulatina y no repentina.


A partir del segundo episodio las cosas cambian, la protagonista abandona la tierra y se enfrenta a todas las problemáticas que allí se pueda encontrar. La chica, a pesar de la gran acción que realizó en el primer capítulo, sigue sin estar a la altura y le invade la inseguridad, lo cual se agrava más tarde por un suceso trágico que le acontece. La serie ahonda en esta desconfianza en sí misma a la hora de pilotar su mecha pasando por todas las fases que esta conlleva: primero intenta motivarse para hacerlo; luego lo hace pero falla con graves consecuencias; se da cuenta de que no solo supone peligro para sí sino que también para los demás y se niega a actuar sabiendo que puede ponerlos en riesgo y; como último escalón, se conciencia de que no puede estar con los brazos cruzados y de que tiene que actuar como sea para ayudar en lo que pueda, para algo está ahí y han confiado en ella. Todas estas etapas están perfectamente narradas ya que no están metidas ni mucho menos con calzador, el paso de una a otra está justificado por la reacción que ha desencadenado una acción ha llevado a cabo antes, se sucede de manera realista y entendemos que responda así, de manera que logramos empatizar, frustrándonos al igual que ella de esta manera también.

Además, no solo se ahonda en esto, de hecho hay otro tema de gran importancia que rodea a la serie como es el de la problemática del tiempo en el espacio. Unos días en el gran vacío del universo pueden significar mucho más tiempo del que podemos asimilar como bien se nos muestra. Este problema va desde pequeñas dificultades que pueden hacernos sentir incómodos a unas grandes que pueden arruinar nuestros planes de futuro o, también, nuestra vida al completo. El destino es caprichoso y los que han sido seleccionados para portar determinada existencia no subsistirán de la misma manera que a los que se les ha otorgado otro camino, cada uno seguirá su propio rumbo con sus virtudes y defectos para bien o para mal, las cosas no siempre son justas, de hecho apenas lo son.


El clímax de esta temática llega en el último capítulo, el cual, tiene una decisión formal tan acertada como hermosa. Toda la melancolía que poco a poco nos iba invadiendo a medida que avanzaba la serie, causada tanto por las naturales conversaciones que surgían como por esos rostros que se nos mostraban e incluso por esa inmovilidad impotente que veíamos en algunos personajes y algunas imágenes a las que se les prestaba atención, aquí llega a su punto más alto. Este episodio actúa como una especie de revisión de todo lo que ha venido anteriormente, con unas protagonistas ya adaptadas a lo que les ha tocado vivir y que simplemente se dedican a seguir adelante y a hacer lo que esté en su mano, triste pero real. 

Gunbuster pese a todo no está exenta de fallos y peca de cosas como el humor algo rancio muy característico de esa época, ceder a lo simplista a veces y algún detalle más que sin embargo no enturbia apenas el resultado final; incluyendo el primer capítulo. Antes de terminar también destacar el buen tratamiento que se hace del amor, que puede surgir espontáneamente y que no tiene por qué responder a nada demasiado lógico pero que aun así tiene una fuerza inmensa.



viernes, 14 de abril de 2017

Crítica Tokyo.Sora: primeros pasos de la delicadeza de un estilo.


Una fijación por las expresiones humanas tanto corporales como faciales; historias acerca de personas, en la mayoría de casos mujeres, con sus más o menos serios problemas que nos les impiden seguir adelante con sus vidas; un gusto exquisito por las composiciones visuales normalmente acompañadas de una fotografía fría para enfatizar la situación agridulce de sus personajes; una visión contemplativa de los escenarios y el paisaje… Prácticamente todas las obsesiones y elementos que caracterizan a este insólito director se encuentran ya aquí, en su ópera prima que no se contenta con lo fácil y apuesta bien alto aun con el riesgo que esto conlleva.

A través de la figura de seis mujeres diferentes se nos cuentan distintas dificultades a las que uno puede verse sometido: la soledad que en menor o mayor medida siempre forma parte de todos, el miedo a tomar decisiones que no sabemos que nos depararán… La vida es complicada, hay personas con más oportunidades que otras y hay que saber afrontar esta injusticia que nos viene dada, aun sabiendo que esto es así, hay que procurar no limitarse con vivir y hacerlo lo mejor que podamos, luchar por nosotros mismos ¿No es así, Ishikawa?



Al ser esta una obra que intencionalmente no pretende conformarse con poco, los obstáculos que pueden surgir en un director primerizo, aumentan. La irregularidad es algo que está presente aquí, pero que no hace tanto daño como podría parecer, evidentemente hay unos picos que alcanzan más nivel que otros, pero sería injusto quedarse solo con esa superficie. Esa desigualdad que contiene la película entre unos momentos y otros no hace más que aportarle un aire independiente y despreocupado que juega muy a su favor ¿Qué hay escenas más potentes que otras? Sí ¿Qué todo en su conjunto funciona y encaja con una armonía que ya querrían muchos? También.

De entre sus dos siguientes films con el que encontramos un mayor grado de semejanza aquí es con el último. Mientras que Su-Ki-Da intenta contar una historia acercándose más a como se suele entender esto convencionalmente (aun sin perder su personalidad), tanto en esta como en Petal Dance no hay una intencionalidad igual detrás, aunque no se deje completamente de lado la historia sí que se busca un mayor grado de abstracción por parte del espectador. Si bien, en la última obra del realizador esto se consigue mejor gracias a una escalada en madurez y seguridad respecto a Tokyo.Sora, sigue habiendo un resultado más que satisfactorio. Con algunas imágenes que nada tienen que envidiar a las de sus posteriores cintas (esa joven con curiosidad asomando su cabeza por un lado del lienzo) Ishikawa consigue impregnarnos de su visión y hacernos experimentar su película de esa manera tan particular que solo él sabe imprimir en pantalla.




martes, 28 de marzo de 2017

Crítica Su-ki-da: el final de la canción.


Seguimos los pasos de una joven estudiante que mira y sonríe a un chico de su mismo colegio, ella parece enamorada. Él, Yosuke, siempre toca la misma parte de una canción con su guitarra y en el mismo lugar, como si no fuese capaz de salir de su situación. A priori no parece sentir lo mismo por ella.

Buenas y creíbles interpretaciones que consiguen llegar al espectador. Un buen y efectivo manejo de cámara destacando, por ejemplo, el uso del plano subjetivo. Buena inclusión y utilización de la banda sonora ¿Solo consta de estas virtudes o hay más? Las hay, y tanto que sí.


Narrada con el característico estilo de su director se fija y para en los detalles, aquellos que pueden pasar desapercibidos pero que están cargados de significado, tales como miradas y tales como gestos. Además, también pretende que sea tomada con calma, que demos un respiro y prestemos atención, que tengamos tiempo para pensar en lo que estamos viendo; no tiene prisa en absoluto por cumplir su cometido. Busca abstraernos en su cinta al mismo tiempo que nos pide escuchar su historia, que no tiene desperdicio.

Una de las posibles vías en las que se desarrolla y surge un amor y como este no siempre es correspondido, al menos, por un tiempo. El peso que pueden tener las acciones que tomamos y las consecuencias que pueden derivar de estas. Lo que conlleva convertirse en adulto, y más concretamente lo que implica serlo sin estar contento con tu condición. A todo esto se le da respuesta en la película con sus formas más de sugerir que de mostrar y más de ser sutiles que directas, logrando penetrar en el espectador.



¿Qué haces cuando las cosas van mal, cierras los ojos y tratas de recordar la época en la que te agradabas a ti mismo? ¿O acaso ha pasado tanto tiempo desde aquel entonces que para ti esos recuerdos ya no existen? ¿Fue Yosuke capaz de encaminar su vida, o siendo más exactos, pudo mostrarle su canción?



sábado, 18 de marzo de 2017

Crítica Petal Dance: cine de sensaciones


Soy una persona a la que le gustan las propuestas diferentes en el cine. Obviamente distinto no es igual a bueno, pero, ¿acaso no es fantástica la sensación de saber que te vas a enfrentar a algo nuevo? Dar una buena bocanada de aire y esperar a ver qué es eso que está por venir, aquello que va a pasar frente a tus ojos y va a enseñarte algo que no habías visto antes. En este caso es Petal Dance, y es algo, simplemente, sensacional.

Pararse en los paisajes, fijarse en las miradas, alargar los silencios. Regodearse en las imágenes y darles un papel y sentido propios es algo a lo que juega esta película y que hace de manera única. Logra trascender la pantalla y transportarte a otro lugar, recordar viejas experiencias y sentir cosas nuevas. Su tremendamente hermosa fotografía fría, pero de calidez oculta, te invita y te lleva de la mano a la reflexión y a disfrutar relajadamente de la sucesión de perfectas composiciones visuales que el director logra estampar en la cinta.


Y bajo estas inmejorables formas que rodean a la película se encuentra además una historia contada de manera atípica, gracias a los elementos anteriormente mencionados, que en absoluto ha de ser tomada como menos. Cuatros mujeres que emprenden un viaje, cada una con sus propios problemas, ninguna tiene del todo claro si hacerlo, no saben si les servirá de algo, pero… Con la intención desesperada de dejar atrás  todo aquello que les atormenta se embarcan en él, como último recurso, al fin y al cabo ¿Qué tienen que perder?

Los diálogos, que podrían tomarse erróneamente como vacíos e insustanciales, nos hacen ver la manera en que cada una contempla la vida y su forma de enfrentarse a esta. Partiendo de la naturalidad, las palabras aparentemente comunes que estas mujeres intercambian nos hacen meternos en sus vidas, con todo lo que ello supone, e indirectamente dirigirnos a las nuestras y hacernos pensar en lo que respecta a nosotros mismos.



Es increíble ver además ese perfecto entendimiento que parece existir entre las cuatro chicas, aun habiendo una de ellas que acaba de conocer a las otras tres,  se denota, gracias a las espléndidas interpretaciones, una complicidad entre todas. No saben que problemas exactamente retiene cada una, pero si son conscientes de que los tienen y actúan como tal. Los pequeños gestos y detalles nos hacen saberlo, y las preciosistas imágenes y movimientos de cámara consiguen enfatizarlo llevando a la cinta al esplendor.



Crítica T2: Trainspotting: la conformidad estropeándolo todo.


Nos remontamos al año 1996, Danny Boyle da a luz su obra maestra, Trainspotting. Llamativa, ágil, intrépida, sórdida, juvenil; no trata a sus drogatas protagonistas como alienígenas, los muestra desde una perspectiva realista sin dejar de ser fresca y personal para que juzguemos nosotros mismos su acciones, no hace ese trabajo por nosotros. El talento de Boyle para dirigir poniendo al servicio de la narración sus recursos visuales, y la hipnótica banda sonora, hacen el resto. Una de las mejores películas de drogas de la historia, sino la mejor, que se establece como uno de los films claves de los 90. Teniendo en cuenta todo esto sería lógico suponer que para el remake salido 20 años después se intentaría abordar el proceso de maduración que han debido de padecer sus personajes, aunque… Tampoco es que fuese algo necesario al cien por cien, podría adoptarse otra perspectiva siempre que aportase algo nuevo y fuese coherente respecto a la original. Veamos qué es lo que ha aportado y el como lo ha hecho la secuela de la archifamosa cinta de los amigos yonkis, Trainspotting 2.

Empieza el filme y vemos a un Mark Renton adulto corriendo en una máquina de gimnasio, al poco tiempo se cae, una buena manera de disipar nuestras dudas acerca de si los personajes han conseguido afrontar sus vidas dando primeramente unas expectativas de que esto no es así, rompiéndolas de golpe, como una bofetada en la cara. Un buen comienzo al que le siguen unos buenos minutos, lástima que todo decaiga después. La película se balancea entre el proceso de maduración de los personajes, remontarse al pasado y una visión nostálgica del ayer; con una soltura inexistente. No tienen nada de malo los cambios de tono siempre que se hagan bien ¿Acaso en el primer film no se saltaba de momentos trágicos a cómicos con asiduidad? El problema aquí es que esas transiciones se ven toscas además de no dirigirse hacia ningún lado, al contrario que en la anterior no constan de significado. En la de 1996 se daba paso a escenas cómicas para conectar de manera efectiva con el público joven pero sin dejar de lado el fondo, realmente oscuro,  al que seguidamente se volvía sin que resultase un contraste incómodo como ocurre aquí.


Culpa de esto la tiene el guión y su dirección. Parece que se trata de coger aquellos puntos que en la película de los noventa funcionaban intentándolos aquí meter de cualquier manera dando una impresión risible a veces. Como ejemplo evidente de esto se encontraría el personaje de Carlyle, se hace una copia cutre de la personalidad que tenía en la anterior entrega pero elevando sus rasgos más llamativos al límite. No es solo que no funcione, es que incluso en ocasiones lleva a cabo acciones que no tienen sentido en su contexto, por el simplista hecho de hacer que el espectador diga: “Buah, pero qué loco está este tío” ¿Pero de qué sirve realmente esto si tiras por tierra todo lo que habías conseguido en la primera parte? Es fácil escribir a un personaje que esté como una cabra, lo difícil es que este se vea humano y se pueda conectar con él de alguna manera. Aquí se sigue un camino conformista de ir a lo fácil: “¡Mirad que loco y divertido sigue siendo nuestro personaje! Créetelo si quieres o sino jódete”. Es lo que parece que nos está diciendo la cinta y lo cierto es que muy triste, aún más existiendo una primera que se esforzaba en llegar a la gente dejando de lado recursos manipuladores o dárnoslo todo masticado. Lo siento, pero yo esto no me lo trago.

La dirección de Boyle es… Excesiva. Quiere hacernos saber que ha madurado y que con ello sus recursos visuales han aumentado exponencialmente. Nos satura con estos aunque no sea necesario, bien es cierto que los hay con la capacidad de impresionarnos pero estos en general no son más que alardes que no acompañan narrativamente a la película ¿De qué sirven unos grandes efectos visuales si no se sabe cómo encajarlos?


En cuanto a la historia en sí parece no haberla hasta un buen tramo de metraje sucedido, una vez parece que algo empieza a pasar de verdad se cuece un hilo narrativo decepcionante cuanto menos. Mientras que la primera entrega era una que parecía ir completamente a su bola al margen de lo que pudiese pensar el resto, en perfecta consonancia con su tono general, aquí se ve un corte comercial; se pierde el ingenio y se ve manipulación, querer meternos la comida directamente en la boca y que no rechistemos. Lo triste es que para eso entre otras cosas se hace uso de la banda sonora, no es solo que sea peor que la de la segunda (lo cual es perfectamente comprensible) es que se utiliza, por ejemplo, para forzar el melodrama. Algo impensable en la primera, pero eh, que en esta el efectismo está por delante, el buscar sorprender al espectador sin esforzarse un ápice, reciclando pobremente el primer filme y añadiendo nuevos elementos prescindibles. El final es el esperpéntico culmen de todo lo mencionado anteriormente: música para intentar causar llorera en una conclusión que no viene a nada originada por un personaje nuevo que sobra desde el minuto uno. Ridículo es quedarse corto. Los actores no lo hacen mal y se les ve cómodos volviendo a sus papeles, pero si las indicaciones y el guión a seguir son mediocres sirve más bien de poco. 




sábado, 4 de febrero de 2017

Crítica Toni Erdman: drama con disfraz de comedia.


¿Es posible hacer una buena comedia dramática con un personaje raro como él solo, unas situaciones del todo extravagantes y un humor insólito? La respuesta es obvia: sí. Pero, el caso es... ¿Esto es sencillo? O, alejándonos más de esta cuestión ¿Es fácil hacer una película así y no solo con buenos resultados, sino que, con una solidez inmensa y que deje un poso ampliamente satisfactorio después de haberla visto? La contestación vuelve a ser evidente: no.

Pues, Toni Erdmann hace todo esto además de esconder bajo su superficie todo un drama con un desarrollo envidiable. Durante los 162 minutos que dura la película se va utilizando el humor que encierra esta con el objetivo de crear la evolución de un personaje para la posterior redención de su situación. Se ha criticado mucho a la cinta con argumentos del tipo: "Se podría haber condensado toda la trama en mucho menos tiempo", "le sobra metraje", etc. Respecto a mí, no comulgo en absoluto con estas opiniones ¿Se hubiese logrado una evolución de un calibre tan bueno como este con menos tiempo? No voy a negar que podría ser que sí, el caso, es que este aspecto del film veo que funciona perfectamente tal y como está.


Asistimos aquí al cambio de un personaje que se va sucediendo con naturalidad gracias a un paulatino y creíble cambio de actitud que creo, justifica sobradamente la duración de la cinta. De todas maneras, si hablásemos de que durante toda esta historia que se nos cuenta uno pudiese perder la atención aún podría entender las réplicas, el caso, es que al menos yo, me lo paso estupendamente bien con toda la comedia que rodea a la película.

Respecto al porqué de mi título del que poco he comentado antes es algo de lo que se puede hablar maravillosamente. La película consigue de alguna manera "enmascarar" la tragedia que entraña a través de un envoltorio de comedia de lo más ingenioso, pero, a poco que no quieras quedarte tan solo con lo que se refiere a la superficie puede entreverse una situación del todo desdichada. Una vida de supuesto éxito que no aporta más que infelicidad y una relación padre e hija que no funciona. Todo esto, como he dicho, va cambiando. Gracias a la figura del padre esta calamitosa situación se va disipando con una evolución no solo buena, también insólita y refrescante. Lo mejor es que ambos protagonistas están perfectamente interpretados y da gusto verlos.


Una propuesta diferente con un guion tremendo y sugerente como pocos. Una de las mejores películas de 2016 que por ningún motivo valdría la pena perderse, cumple las expectativas con creces. Por lo que más queráis no os perdáis la escena de la fiesta en el piso del tramo final, brillante.



sábado, 28 de enero de 2017

Crítica Death Proof: acción creativa.


No soy ningún experto en el slasher, aunque, sí que he visto el número suficiente de películas como para creer identificar correctamente a esta como tal. Ni mucho menos, una que se suma sin más a su categoría, más bien, la veo como una que reinventa; y lo que es mejor, con efectividad.

Seré sincero, al comienzo de esta cinta me encontraba, como supongo al igual que muchos, desubicado. Tres chicas y una sucesión continua de conversaciones triviales ¿Hacia dónde se dirige todo este asunto? ¿Tiene alguna explicación lógica o es una simple libertad que se toma Tarantino? Bien, a medida que avanza el film estas preguntas se disipan y encuentro una respuesta, y lo que es mejor, una que me satisface. El director de Kill Bill hace uno de sus constantes homenajes dejando impresa su huella de por medio. Todos esos diálogos que van acaeciendo apuntan a la construcción de unos personajes con los que tener una conexión emocional posterior, efectivamente, no tienen conversaciones trascendentales sino que, como acertadamente se ha dicho, al igual que en el resto de películas de este director juegan un papel propio. No sirven para hacer avanzar la trama torpemente.



Este vínculo con los personajes que  se logra con disparatados e ingeniosos diálogos propios de Quentin, que además tienen el añadido de verse verosímiles en su contexto, ayudan a que cuando sepamos las verdaderas intenciones del hombre que las persigue no nos dé simplemente igual. Otro aspecto que se incorpora que rompe en cierta medida con lo que se suele ver en este género, y que también se ha comentado por ahí, es que desde el comienzo se nos desvela la persona tras el psicópata dejando de lado recursos como las típicas máscaras. Lo mejor es que esto no actúa en absoluto en detrimento de la trama sino todo lo contrario.

Cuando da comienzo la segunda historia se repiten las mismas bases que en la primera cambiando el hecho de que ya conocemos las intenciones del perseguidor y que los personajes cambian aun siendo de nuevo solo chicas.
Hasta la primera mitad de este segundo relato mis pareceres eran el estar ante una buena cinta, pero, una vez llegado a la mejor escena de persecución de coches que recuerde en pantalla estos cambiaron a estar frente a una muy buena. El final que se le da al film, al menos a mi parecer, es todo lo que el fan está esperando y en una película con un tono como el de esta no me imagino uno mejor. De todas maneras, de nuevo, gracias a las manos de Tarantino, lo que sería un cierre correcto de otros por parte de este se traduce en uno excelente.





Dejando de lado mi entusiasmo con la cinta soy perfectamente capaz de entender las impresiones controvertidas cosechadas por esta película. Si bien, no creo que sea estar en lo cierto decir que esto es una mera licencia sin sentido que se ha dado el director a si mismo sí que veo normal que para aquellos que buscan una acción con un ritmo más continuo este film se les pueda hacer cuesta arriba, como este no es mi caso la he disfrutado y mucho.